por Luciano García
u otros

Políticas del patafísico o el porvenir de la filosofía





De aviadores y enfermeros




Un pensador argentino instaló la dicotomía[1] que se enuncia así: aviadores y enfermeros.

De chiquito – dijo – fui aviador; pero ahora soy un enfermero.[2]
La originalidad de la filosofía, su estado larvado –en la era de la sofística, del platonismo inverso-, es el platonismo puro, o: ¿cómo comienza un filósofo sin ser platonista? Sin la ruptura con la apariencia. Sin el antro-phos. Sin el ascensor. Es el instante del génesis filosófico que la vergüenza de los nischeanos sonsaca.
El aviador es el platonista moderno. Deleuze supo enseñar que el platonista es el hombre de las alturas. Y ensambló el “teatro filosófico” (la conversión que hizo Nietzsche de Diógenes Laercio en profundidad esquizosófica) a la “clínica universal”. Y explicó, contra la crítica clínica del protofroidismo de retaguardia, cómo el escritor o el artista, suicidado por la sociedad pero sociedado por la suicidad, es no solamente un enfermo de sociedad sino un médico de sociedad (y como tercero incluido, además, simplemente un perverso). El filósofo –es la figura que siempre empleaba Platón– era conductor de nave y médico. Pero la figura del enfermero, debida a un sabio del rocanrol y el desastre autóctonos, es más inquietante. Da la sensación ambivalente y enrarecida de que cura y enferma indiscriminadamente.




 Πάν metafísica y circo



Pan no, metafísica y circo. O un pan de metafísica y circo. El hombre no sólo vive de pan sino de metafísica pronunció Francisco Romero un día. Con animaladas y bufonerías el “teatro platoniano” que es la filosofía como relato al decir de Michel Foucault puede evidenciarse mejor como circo. Un “circo metafísico” asignaba Miguel Morey cuando prologaba para el lector castizo esa “novela sicoanalítica y lógica” llamada Logique du Sens de Gilles Deleuze. Pero ese circo es ahora demasiado serio, burocrático y universitario, y hay que llevar la gravedad de lo bajo a la llaneza de lo grave, a la gravedad mísera y pícara de la llanura de los chistes. “Circo y filosofía”. Lo dijo Gombrowicz, autor de una grosera y ubérrima novela que retrata – en la experiencia de quien suscribe – de la manera más eficaz ese estado niño del saber y ese estado circence de la institución escolar, de la Academia, del escenario platónico. El grotesco – se ha dicho – es la vuelta a esa antelación del comienzo de la huída ascendente que se llama platonismo, es su engrutecimiento, su regreso a la gruta. Pero la perspectiva circence no hace sino parodiar sus parodias y figurar su vivencia grutesca, grotesca. Circo y filosofía propuso Gombrowicz.




Políticas del patafísico o el porvernir de la filosofía




¿Adónde venimos? ¿De dónde vamos? Son las preguntras a las que intrentra contrestrar aquel filósofo que, bajo el ala de un saldo dejado por los Nietzsche, los Wittgenstein, o los Heidegger, se ha visto intimidado a evadir los cerrojos de la gramática, de esa gran conductora de la realidad, y ha caído en la gracia o la desdicha de la patafísica, de ese “más allá del más allá”, o sea, más allá de la metafísica. La Universidad brinda otra senda, ofrece la salida – laboral - de una metafilosofía, una escolástica comentarista metametafísica. Pero el posfilósofo patafísico tiene otros gustos, y otras labores. El poder es ubuesco y tiene sus Ubúes, todos doctorados, doctores en patafísica, como aquella marioneta panzona. El hermeneuta patafísico tiene, a más de un objetro proprio, proprios métrodos. Lee, como enseñó un profesor afrofrancés, lo ilegible (a Sócrates ejemplo), y sostiene un sistema bibliográfico de citación basado por ejemplo – como musitó un sofista angloparlante de Palermo - en las atribuciones erróneas (Yupanqui por Machado), o construye asociaciones sintagmáticas paradojales para violentar el sentido (el Ave Félix…) y demás procedimientos de evidente vanguardia rupturista.

En la cabeza de un filósofo patafísico hay gato encerrado.






[1] Sintagma hurtado a una profesora de la U.N.R. (con cariño, ¡che!)

[2] Ya se dijo, mi héroe es la gran bestia pop…