por Luciano García
u otros

(Adentración)




Ponencias de filosofía obtusa, forra; boluda: obvia. Monerías en la ventana maniera de una mónada punzada de uso público, garita lampazada de lavandina en los mingitorios del parque Independencia, quiosco cartesiano en un tragaluz de un antro platónico de perdición, subsuelo flagrante de cielo prometido.




No somos sólo un propósito; somos, en el origen, un campo de acción donde se encuentran en choque y rozamiento y en fusión una variedad de propósitos. El instante redentorio en que la nada contiene al nombre propio -propuesto en otros tonos por el antiguo Jean-Paul Sartre bajo una cuestión del tipo qué hacer con lo que han hecho de nosotros-, es, desde la atalaya sumergible de nuestro perspectivismo a duras penas apocalíptico, el gran despropósito del inicio. Ante el propósito pospuesto, facto de tauma (luego cogito, luego trauma: cogito-trauma) como voluntariamente, topamos, pero voluntariamente (dicho con y sin ironía) con el despropósito. Al efecto de propinarlo a los otros para sí. El para sí, a ciencia cierta, parásito de sí para el otro del otro a ante cabe con y todas las preposiciones el otro del otro y el otro de éste en si erra, yerra nada: no se equivoca, duda.


Sé en sí: erra. La falta de otro, grafía.
Origen moderno de la escritura: traspiés algebraico: en el cuarto el tercero excluido. Primero la lógica, después la gramática.