por Luciano García
u otros

Improvisación sobre un deseo

por Sebastián Vega

i) filosofía - ii) enseñanza - iii) responsabilidad moral.

...a Favre, Alicia.


i


¿Qué es filosofía? Esta pregunta, se ha dicho desde el ocaso del pensamiento metafísico, entraña la tendencia de señalar algo, un objeto, una esencia que es tanto única como propia a la hora de responder tal interrogante. El modo en que se interroga sobre la filosofía ya nos anticipa una respuesta posible. Tal respuesta consiste en señalar, qué cosa es la filosofía, es decir, en afirmar la filosofía es esto. Ahora bien independientemente de eso que sea la filosofía, según la supuesta respuesta anterior, este modo de interrogar y responder nos coloca ante una díada que merece nuestra atención. Esta díada esta dada por el par: filosofía y no-filosofía. De este modo se define lo que es filosofía en contraposición con aquello que no es filosofía. Por ejemplo, se podría sostener que ciencia, arte, religión, enseñanza o cualquier tipo de discurso, a excepción del filosófico, no son competencias pertinentes a la filosofía. Sin embargo se dice que hay filosofía de la ciencia, de la religión, etc. Recién en este momento podemos atisbar parte de la esencia de la filosofía que terminaremos negando. Tal esencia es el deseo. Deseo que se traduce en la inclinación filosófica a traspasar sus propios márgenes. La filosofía no es esto ni lo otro sino el desbordamiento. El desbordamiento se da entre esto y lo otro, por lo cual: la filosofía se halla por un lado incapaz de señalar que es esto y por otro lado señalándolo todo. Ningún esto es filosofía y todo lo otro es filosófico.
En todo caso un esto no es más que una metáfora muerta. Una metáfora es el desbordamiento de la forma. La metáfora muerta es la misma forma pero envejecida por la proximidad. La proximidad y la vejez son siempre esto o aquello. Entiéndase que en el desbordamiento hay un distanciamiento inaugural. El desbordamiento es todo lo contrario de la proximidad y la vejez. Es por esta razón que no hay filosofía, aquí y ahora, en estas líneas, ni en esta, nuestra, academia; como tampoco, en la postmodernidad. A saber, estas líneas son sólo esto, líneas. Estas líneas son lo más próximo, un modo impreciso de asir un esto y son también algo envejecido, ese esto pero fallido. Cuando decimos esto; esto es justamente su otro. (No al modo hegeliano sino con resonancias propias de Derrida.). La proximidad y la vejez son (imágenes varias) la fuente de toda certeza, verdad apodíctica, doctrina, convención, habitualidad, lo naturalizado, etc. Es la creencia hecha discurso, acción, vida. Dios, no es algo que se pueda nombrar; la racionalidad técnica no es el camino a la felicidad, un tipo no es un recurso humano ni un manojo de neutrinos, Kant no inventó la crítica de la razón y un docente no es distinto de un alumno. (...) Esto es en todo caso su otro en diferido ni negación, ni opuesto, ni reflejo, ni imagen... Lo diferido es la diferAncia que nace de la distancia inaugural. Escuetamente, eso es esto porque no somos ni esto ni eso. Ejemplo: mi alma y / o mi cuerpo, no soy yo; yo no soy mis palabras (aunque me gustaría). Yo no soy ni alma ni cuerpo. Mi cuerpo y mi alma son sólo cuerpo y alma; que me pertenecen, por decirlo así, pero que no son yo en absoluto. Es en este orden que se debe entender lo que anticipara Heidegger cuando dice cosas como el habla habla o el mundo mundea. Yo expresado desde la distancia inaugural soy yo. Yo soy la diferAncia de mi yo.
Es preciso tomar un mate y un respiro. Repasemos lo dicho: deseo, desbordamiento, distancia inaugural, diferAncia. Todo el rodeo dado es lo que tintinea en mis oídos y es lo que han dicho tus labios. El rodeo que escribo y que lees es lo que nos abisma. En tal sentido y dicho entre nosotros (estimada Alicia), filosofar es abismarse. El abismo, ya que ante él nos hallamos es la diferAncia entre lo esto y lo otro o mejor dicho el desbordamiento dado entre lo deseante y lo deseable. (...) Tal cosa, lo antes dicho, es la esencia de la filosofía por lo cual podemos afirmar justificadamente la negación de la esencialidad de la filosofía.

ii


En la enseñanza se da la relación ontica que aparece entre nuestros bailarines tangueros. El hombre, quien dirige, está al servicio de la mujer. Y la mujer, lejos de obedecer, se entrega a su sirviente. Aclaraciones: En el tango no se encuentran un ser por sí y un ser en sí. Hegel desconoce el baile de tango. En el tango se ve que las diferencias son para el amor como diría Gilson; sólo que en sentido estricto debería hablarse de diferAncia y deseantes-deseables. Lo que hace imposible la tarea docente es que el docente "sabe" más de Hegel que del tango. Esto por un lado. Por otro lado, entre:1) el enredo de nuestras manos (ni tuya ni mía sino nuestras) y 2) la finitud de mi diestra en la inmensidad de tu espalda y tu mano firmemente rendida en mi hombro; se da cierta... gratuidad. (¿Esto es kantiano?). Entiéndase que gratuidad es renuncia, en tanto la renuncia implica la posibilidad de la diferAncia. Es decir, la renuncia implica un no ser esto. Renunciar a esto es distanciarse de modo inaugural. Ante esta renuncia es que esto otro puede mostrase interpelándonos como otro esto. Si sólo habláramos de un hombre y una mujer que bailan tango, deberíamos decir que en esta renuncia es que estos se ganan libremente como hombre y mujer que bailan tango, sin el riesgo de ser reducidos a esto otro que sólo dirige u obedece. En este sentido podríamos pensar que el conocimiento es para ser ignorando o para el olvido como parafraseando a Heidegger si él dijese que el hombre es para la muerte. Siendo plástico quizás deba decir que esto es algo similar al kung-fu. Es decir, te enseñan a reventar a un tipo a trompadas pero se te explicita que tal conocimiento no debe ser empleado nunca.

¿Cuál es la relación entre la docencia y el dogmatismo mesiánico y proselitista? No sé. Hay tantas dificultades a la hora de enseñar a desear como a bailar tango, y en consecuencia, a filosofar. Lo que postulo es la imposibilidad de enseñar tales cosas. Uno, lo más que puede hacer es mostrar cómo uno desea, baila tango y filosofa. Tales cosas son intransferibles sólo se vuelven palpables (no se escucha ni se ve) cuando uno se deja desbordar por el deseo. ¿Cómo se manifiesta este desbordarse de deseo? Deseando. El deseo, lo que de él se ve o escucha es: o lo deseante o lo deseable. El modo tradicional de entender tal cosa es en dirección de la distinción sujeto-objeto. Pero tal distinción es posterior al deseo. Lo que se ve o escucha es que el objeto mujer es deseado por este hombre y por aquel otro hombre. Esto porque tal objeto es deseable, es decir reclama ser deseado. También, se ve o escucha que es este hombre quien desea porque tal hombre es deseante. El deseante requiere dar forma a su deseo respondiendo a un requerimiento que lo interpela. Es en tal sentido que uno se deja interpelar por el ser como señalara Heidegger. Es sobre lo que se ve o escucha que hay diferencias y semejanzas entre deseante y deseable. Las diferencias y semejanzas son, en todo caso, demostrables (...) pero lo que subyace, lo que es más originario es cierta afección táctil, algo que por ser palpable (cosa de piel) es intransferible; eso es lo que nos anticipa el deseo. Finalmente, siendo metafísico debo decir que el deseo es o de modo estricto que el deseo desea.


iii


Quizás se deba añadir, más aún, y decir que como el deseo no es de esto o lo otro no podemos confundirlo con una pulsión libidinal o cosa semejante. Si se piensa en términos de pulsiones sexuales no sólo repetiremos la historia del psicoanálisis sino que padeceremos el complejo de Edipo. Aquí, no hay ni simbiosis, ni castración, ni ley que posibiliten desear. El deseo no es de lo prohibido, no hay ley que señale lo prohibido y lo permitido. No hay placer en contraposición con la realidad. El deseo no entraña un aspecto normativo por lo cual no hay deseo normal o anormal sólo, hay deseo-que-desea. El deseo por ser anterior a la norma, ni implica ni excluye lo que llamamos responsabilidad moral. La responsabilidad moral siempre es respecto de esto o lo otro. Supone haber deseado. Mantengamos la línea anterior como una pregunta y continuemos. La responsabilidad moral es de lo que vemos y oímos no una cuestión de piel pero es por una cuestión de piel que asumimos determinadas responsabilidades morales. De lo que vemos y oímos es que podemos decir que es bueno o malo, esto o aquello.
Por un momento, dejemos nuestros deseos de lado y seamos responsables. La responsabilidad es una cuestión de alteridad. Usamos tal término para señalar algún tipo de relación entre un sujeto y otro. La responsabilidad sólo se da entre nosotros. Nosotros no somos tú y yo. Pero debemos preguntar que hay entre tú y yo (piensa mal y acertaras). Si tú fueses el objeto de mi deseo y yo el sujeto que te desea y viceversa, se estaría diciendo de nosotros que somos esto o aquello. Entonces yo sería esto y tú aquello, por ejemplo. Pero a decir verdad entre nosotros hay poco más que lo que se dice que hay. Lo que se dice no es lo que se padece, por el contrario, no se puede decir lo que se padece. O dicho de otro modo lo que se dice en justamente lo que no se padece. Sí, por ejemplo, lo que se padece es verdad, lo que se dice es mentira. Lo que se dice es algo que desborda a lo que se padece. Lo que se dice es, siempre, una metáfora que une en tanto separa. Si lo que se dice es mentira y lo que se padece es verdad ¿cómo podría decir tu nombre o referir el color de tus ojos? Tu nombre y el color de tus ojos en tanto dichos son algo que te muestra y en tanto padecidos son algo que te oculta, en cierta forma. Lo que te muestra es mentira y que te padece es verdad, según la forma anterior. Pero lo que te muestra y te oculta es, por caso, tu develamiento. Entiéndase develamiento en el sentido greco-heideggeriano de verdad o aletheia. El develamiento nos muestra y nos oculta una diferAncia. Esa diferAncia eres tú, tu nombre y el color de tus ojos. Dicho de otra forma tu nombre y el color de tus ojos son una metáfora de tí, son algo que te desborda. Sin embargo no hay nada más extraño para mí que la metáfora que te desborra, es decir, tu nombre y el color de tus ojos. En tanto tu nombre y el color de tus ojos permanezcan extraños para mí, seguirán señalándote. Sólo nos extrañamos ante algo que se devela como una cierta diferAncia. En sentido estricto eres una extraña. Ahora bien, si nosotros somos dos extraños, lo que hay entre nosotros es un "dulce" abismo. Si entre nosotros no hubiese un abismo que nos vuelve extraños, uno diría del otro que es esto o aquello sin atender a lo que se devela. Sólo entre extraños asiste la develación. Y es, justamente, esta asistencia la que implica responsabilidad moral.
Otro día, otro mate, otra reseña. La responsabilidad moral nos conduce desde: el deseo hasta nosotros. Donde nosotros somos extraños develantes-develables. Si no fuésemos extraños no podríamos ser nosotros participes del deseo (deseantes-deseables) sino más bien a un tú y yo o esto y aquello. Y entre esto y lo otro no hay responsabilidad moral. Sólo hay responsabilidad moral entre nosotros, como ya se dijo. En sentido estricto, tal responsabilidad moral debe entenderse como un tipo de renuncia que nos permite ser extraños. Siendo metafísicos deberíamos decir que la responsabilidad moral consiste en permitir que el otro sea. Pero que el otro sea no implica un para-sí frente a otro para-si, no hablamos de la trascendencia trascendida como lo haría Sartre. El otro, que está en frente, no es ni trascendente, ni trascendido y no se encuentra en un lugar más allá de lo que de él se dice ni es solamente lo que de él se dice. No hay otro enfrentado con uno. No son el uno y el otro por separado. En todo caso, uno y otro son unidos por un abismo que los vuelve extraños. ¿Qué media tal abismo? No sé. Quizás la responsabilidad moral y el vago recuerdo de seguir siendo simples metáforas. O dicho en sentido estricto, el modo develante y develable en que el deseo-desea.


(Tintinean aquí ecos de Heidegger, Lyotard "¿qué es filosofía?" y Derrida "márgenes de la filosofía")