por Luciano García
u otros

Imaginación cero: por un filósofo zurdo




“La universidad ha muerto” dice un amigo por ahí[1]. ¡Oh dioses, estos filófosos! Insisto en que los literatos hagan filosofía y los filósofos literatura. El más grande escritor que leí en mi vida, un tal Osvaldo Lamborghini, decía carecer de toda imaginación, postulaba la imaginación cero, y es cierto. No tenía ni una pizca. La imaginación en literatura ha hecho confundir el rol del escritor con el del boludo. Un Chiquito Reyes que aspira al Concurso Municipal; ese es el modelo. El filósofo, que ha estragado su imaginación en décadas de clases y mesas examinatorias, debería volcarse a la ficción y al poema de manera urgente. Y los cortazaritos de barrio obligarse a leer “Cómo se hace una tesis”. Hay que cambiar el mundo; yo soy de izquierda, zurdo. Y creo simplemente que Marx fue un filósofo que, igual que el gilazo de Hegel, su maestro, se creyó el primero en serlo realmente. Porque lo único que hace la filosofía es transformar al mundo. Y no conozco otro modo de trasformarlo. El filósofo siempre será vendido como esclavo, y condenado al éxito de la cicuta o a dejarse cambiar los pañales por su hermana en un siquiátrico, porque se dedica maníacamente a una sola cosa, transformar el mundo.
Un filósofo zurdo, o sea con los hemisferios cerebrales invertidos, no puede dejarse enajenar por las bobas astucias de la razón de estado. Pasa filosofía en negro, por izquierda. Le basta con haber heredado de un soldado alemán la sabiduría de que la lógica es sólo tauto para entender que ningún lenguaje puede ser matemático y arrojarse a una idiliotragedia eterna con la histérica de la gramática. Yo narro mi dificultad de pensar.

No sé si habrán leído a Toynbee o qué, pero ¿a quién se le puede ocurrir que una universidad tenía vida? ¿Están locos? ¿Hablan con las cosas? Eso cree una amiga mía que sigue a Heráclito en griego. No: están filósofos. ¿Es la filosofía, desde la temporalidad presocrática del Ñaupa, el disimulo de la locura? Sólo un sicólogo – alguien que estudia lo que se ignora del alma [2]- podría creer que la locura no se disimula.
Y la imaginación de nuestros filósofos es eso: cero. Una necrofilia sin nada de Poe, simplemente retóricas de los certificados de defunción. Dios ha muerto, el hombre ha muerto, la filosofía ha muerto…¿qué son, sicópatas? ¿Sicópatas imaginarios? Este amigo que decíamos cree que la universidad is dead porque ahora se dedida al rocanrol. ¡Chau chabón! Parece que la universidad puede malvincular todo filosofema con un incurable balbuceo lacanista – un tango con tendencia al perverso - pero no puede pelar la eléctrica con wawa de un Hendrix nischeano, o una filosofía a martillazos tipo redoblante-G.I.T..
Los universitarios estarán muertos, puede ser. La universidad es la misma de siempre; hoy un poquito peor, mañana un poquito menos pior.

Esos franceses que hemos leído gracias a una distracción de los profes, los garbosos franceses del savoir vivre metafilosófico, enseñaban lo que cualquier Gorgias unos años antes, que todo el año es carnaval. Si la locura, que en realidad es no poder ni laburar ni cojer entre esos chantas llamados normales, es, dicho descriptivamente, no poder ponerse la máscara o no poder sacársela ¿qué es la filosofía entre caras y caretas?

Finalmente Cioran de nuevo, que como buen ingenuo, como buen naif, fue un “auténtico” de la filosofía: “la filosofía – chillaba - es el arte de disimular los tormentos y los suplicios propios”.





[1] Ricardo Bianchi, “El reverso del saber”. Revista Nadja nº 8.

[2] M. Fernández recitado. Freud, que estudió castellano para leer esa frase de este genio de barrio, se lo copió – mal -, y miren cómo terminamos. En un mundo donde cualquier siberian boy que leyó el volumen de Altaya (yo por ejemplo) le anda adjudicando al primero que se le cruza títulos de nobleza llamados “narcisista”, “obsesivo”, “melancólico-depresivo”, “anal” bla bla bla…Como quien dice…de terror (“¡Esto sí que es Argentina!”)…