por Luciano García
u otros

Antilogía say no more

a Romina de Ángelis



La única ocupación seria en la vida, dijo Ambrose Bierce, es el arte. El resto es una pelotudez, la pelotudez de sobrevivir por ejemplo. Y si bien el arte es cagarte de frío, como dice Charly García, es bien cierto que Charly García es, evidentemente y por sobre todas las cosas, un artista. Genial. Es más, mi filosofía se basa enteramente en él. Soy un trasvadador del Say no more al cáliz de la filosofía. Él es mi maestro, él es mi Wagner. Notarán ustedes, desde luego, que al decir esto estoy yo condenándome inexorablemente a acumular en mi vitrina (junto con todos los trofeos de fútbol de mi niñez) decenas de diplomas de honoris causa de las universidades del mundo. Qué va`cer, soy un ventajero, como aquel de los ligeros pies, corro carreras contra tortugas para siempre adelantadas.

Un paper no es serio, es aburrido, y por lo general, tal como van las cosas hoy día, no más que un despacho funcionarial. La literatura no tiene por qué ser entretenida, y, menos que menos, la filosofía tiene por qué ser un aburrimiento insoportable. La vida es insoportable (me contaron que decía Freud) pero la filosofía (que es un estoicismo) dice: soporta, y abstiénete. Es un peronismo en estado de coma, intervenido por una coma: evita, vive. Eso dice.
Una profesora que yo tuve, que la iba de mujer con látigo, de vagina odontológica, se jactaba de decir que las clases de filosofía no tenían por qué ser divertidas. Y es cierto. Acá me acuerdo de esa frase de Cioran, ese filósofo Kitsch, como acusan algunos: “el error de la filosofía consiste en ser demasiado soportable”. O trasladando al ambiente campestre de la filosofía un conocido axioma de un gran poeta del Genio Malo al que le gustaba más la pija que cualquier forma de arte (él lo decía así ¿qué quieren?... vayan a denunciar a la editorial Sudamericana en tal caso…): no hay filosofía que espante. Por eso siempre hay algún héroe por año, uno por año promedio creo, que en estas ciudades de un par de millones de habitantes, adquiere la preciada dote del título de licenciado. No me diga licenciado, licenciado. Lo que hay que decir (yo tengo pene, pero muerdo con la boca), más bien, es que no hace falta aburrir para hacer filosofía, ni hacer de la clase un claustro de concentración para mancebos tipo 120 días de Sodoma. Pero es inevitable, ya que llamamos Academia, desde Platón, a un kindergarten.
No basta aburrir para ser filósofo.