por Luciano García
u otros

Filosofía rocanrol y vicio



Mi filosofía es un peronismo invertido no un platonismo invertido. Hay que ir hacia la prote philosophia argentina, o en la, las dos cosas. Es nesario mezclar, pero a sabiendas, para que pegue menos, la biblia con el calefón, el melón con el vino.
Que yo sepa, leo poco es cierto, en filosofía no hay raros peinados nuevos después de los setenta. Hay ajustes de cuentas más que nada. Parece que los franceses finalmente nos han copiado cierto sedentarismo comentarista. El goute quedó en la salsa de aquella época y hoy, para el vientre de los metafilósofos, es más que nada cuestión de condimentarismo[1]. Mi pedantería es cómica y no ofende. Los que tengan cola de paja, vayan al bidet a prometer lavativas. Mi agresividad es anal, o sea niñesca, párvula, ingenua. Mi odio, las más de las veces, no va dirigido hacia personas, sino a funciones, acciones, ideas, hábitos, ópticas, sentidos, palabras. ¿El método? Desde luego, en una era de la Sospecha y bajo el patrón dólar de la Paranoia (que hoy suplanta al principado de la Neurosis soñado en la era de Freud y su buen burgués en franca extinción), es un derivado de la leche del “crítico-paranoico”, un mote que viene de Salvador Dalí, ese Charly del lienzo[2]. Para decirlo con Yupanqui, es la persecuta de un payador. Trabajamos bajo un cierto gauchismo anarquizante, una rebeldía con causa de aquel que no quiere ser llevado a la frontera con el indio interdisciplinario. Fierro es una mensura posible para el hombre que hoy quiera ser protagoranista de un filosofar here and now. Una suerte de valentía que busca la seducción amiga de algún Cruz, ciertamente dotada de una hybris de temeridad, según los justos clase media del aristotelismo funcionalista. Cierto neurotismo al pedo de la transgresión, no querido por el buen lacaniano, cierto resistencialismo a las normaciones y leyes, de léxico acaso fucoltiano pero de cepa eminentemente fierriana, nada que ver. Y, plebe mediática somos y a la plebe mediática vamos, una ética cínica, en su ominoso doble sentido, y de léxico y estilo picarescos.

Lo mismo consiste en diferir. No hay más que diferencia porque lo mismo existe. Esto dice el Platonismo Invertido. ¿Qué queda a cambio del constructivismo de castillos en el aire de la paradoja? ¿Queda la ironía como resistencia? ¿Como un diferir sin mismo? La filosofía es goce. Divierte, pero también saca de quicio y molesta. Aburre y pone los pelos de punta. Sofoca o pasa como agua. Soy filósofo no porque aburro. Pese a que soy filósofo te aburro, estimado Leyente. Mi pena y mi risa no te obligan. Sólo son mi escritura contra sí misma.





[1] “Una moda filosófica se impone como una moda gastronómica: se refuta igual una idea que una salsa”. Cioran.
No es que uno promueva una filosofía a lo Cioran (ya lo hemos hecho de teenagers); pero contemplando el asunto del monopolio académico de la filósofía conviene traer al ruedo y a la memoria este uso silvestre que el populacho asalariado del filosofema (el peronismo respingado de la vida filosófica) ha olvidado más todavía que al ser. Que el gusto y la moda sean ontológicos en el sentido historicista y apremiante de Heidegger no quita que sean lo que son. En este sentido: sobre gustos está todo escrito. Llameselé a esto, también, modernidad.

[2] Arrancamos con el taumazo de Fernández, la “Paramnesia Inversa”, y podemos terminar con el lamborguinismo al vesre, la “Paranoia Inversa”, llamada por Aira “Narapoia”.