por Luciano García
u otros

De los teólogos bajos a la vida filosófica puerca


a Sebas



Este alegato podría ser circunscrito como la diatriba de un “filósofo en pantuflas” contra una “víctima de la universidad”. Son categorías del Banquete de Severo Arcángelo de Leopoldo Marechal, un escritor muy del gusto de algunos amigos míos que quieren perseverar en su ser de hombres en tránsito hacia el niño, o sea lectores ideales, pero demasiado póstumos, del vate teojusticialista. Pero es demasiada ternura para este mundo ¿no? El marechalismo está bien, pero si es un ratito. Después, conviene volver a dejarlo en manos de ese par de momias filosóficas que todavía alientan en universidades del interior de la República, con sus primos Nimio de Anquín, el padre Castellani, y Dios.

Marechal hablaba de lo “Extraordinario” y de la “Vida Ordinaria”, y de eso, precisamente, es de lo que uno habla, en torno al quid de la filosofía; pero de un modo harto diferente y harto: hijoputista. Adoradores alemanes de San Emanuel – el chino Manolo Kant – acusan como cínicos a los cultores del pop modernismo francés, pop marxistas, pop estructuralistas, y pop todo eso (¿o era pos?), y promotores de esta escolástica – que a mí me cae menos mal – hacen lo propio con estos buhístas analíticos. Sicoanalíticos versus analíticos se pelean por sentenciar qué otro de sí es el más cínico. En cambio la crítica de la razón cínica del ultramundano bardo capitalino tenía otros rótulos. Llamaba al doble discurso, hijoputismo, y se basaba en una antropología cenitnadirista que dividía al ser humano por la cintura. La doctrina del hijoputismo dice: lo que ocurre al sur de la cintura es lo ilegal y lo que ocurre al norte de la cintura es legal. El hijoputista no es como Pére Ubú que sólo filosofaba de la cintura para abajo; abarca los dos hemisferios. Es el bicínico. Aquel ser ambivalenciano o ambivalentudinario que, como sólido desvanecido en el aire y el capital, vive la misma doble vida que vive la palabra cinismo, que ominosa o siniestramente (como la palabra nimio, ejemplo y no de Anquín) significa dos cosas casi opuestas: diogenismo y antidiogenismo. Y todos tenemos una doble vida escribió Freud o Cerati.

Cuando uno piensa en lo filosófico como la narratura de un permanente happening tragicómico piensa los pases de lo Ordinario a lo Extraordinario y viceversa en la vida filosófica. Pero como a Dios se lo llevaron preso como a Seguro y su certeza, como está enterrado – más que muerto - , o sea sólo vive en la Tierra, preferimos enamorarnos de otra cosa, de algunas mujeres, de Narciso, o de algunos amigos o artistas. Por eso narramos la Vida Filosófica Ordinaria, las meditaciones descartadas de la filosofía de la miseria y la miseria de la filosofía.

Si hubo pensadores bajos, como anotó Tomás Abraham, pienso que se podrá llamar a Marechal, un teólogo bajo. Topo cerúleo. Marechal escribe como promotor de un ascenso: el de la Vida Ordinaria a lo Extraordinario. Sólo desde esa perspectiva perfectista da muestras de lo que otro escritor amigo suyo canonizó como “la vida puerca”. Los juguetes rabiosos que escribía Roberto Arlt no eran mucho más que un muestrario de la vida puerca. Se debe al patrón de estancia y de Florida – Güiraldes – haber borrado esa centración. “Juguete rabioso” es un vocativo puesto por Florida. Y ante la demasiada evidencia de “La vida puerca”, un rótulo para un tratado no para una novela, según las precauciones del buen gusto del savoir faire literario. “La vida puerca” – nombre original del “Juguete rabioso” - hablaba de la vida puerca; y “El juguete rabioso” – como lo llamó Güiraldes – habla de “La vida puerca”. Pero la vida puerca de Leopoldo Marechal parece vista por el ojo de un padre permisivo. Y desde esa mensura por él descrita donde se cotejan lo divino y lo humano, y cuyo efecto es lo ridículo, observado como una comicidad desde el alto mirador de la compasión o la piedad. A Tesler no se lo ve vivir en lo extraordinario ni en la vida ordinaria: vive la vida puerca filosófica; pero desde la visual de un padre bondadoso. Dios, en último análisis. Y Marechal su servidor.

O al revés, lo mismo.

Tesler vive la vida puerca-con-Dios. Pero nosotros los macedonianos sucios – hartos, arltos y artaudtos – flotamos en el intelegimiento descreído de la máxima vivir sin Dios y sin ser Dios, ideal de la vida no fascista (Foucault tomándole el pelo a Deleuze y a la ausencia del suyo) del almismo ayoico enfrentado históricamente al yoísmo al pedo de Villa Crespo. Otros contemplan las distancias entre el “último Heidegger” y el de Ser y Tiempo. Pero lo primero en metafísica nacional es no estudiar alemán; máxima.

Como marechaliano sin teología (salvo una descripcionista-sociológica, que consiste en fingir constatar, y denunciar, que dios está vivito y culeando entre nosotros y que la “vida no fascista” de la cantata fucodeleciana olvida que dios es inconciente y el lenguaje fascista… Dios está en las grietas y acecha dijo un ciego que consideraba que “Adán” era un libro demasiado famoso), o como arltiano con metafísica a pie de página, mi propósito es contemplar las vicisitudes y traslaciones de la Vida Filosófica Ordinaria a la Vida Puercofilosófica. Lo aprendí en la brasería de mi padre, y es mi forma de pelar pollos. Nunca seré platonista, aunque no viva en los caños.



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