por Luciano García
u otros

4- ¿Por un filósofo perverso y peligroso?



Mi pensamiento no es débil, es pobre. Pequeño burgués pero pobre. Y artístico. Una cosa es el burgués de Marx y otra el de Flaubert. El de Marx milita en las “dominantes”, o en el caso del petit bourgeois, en las subdominantes. El “proletario”, como enseñan las pinturas de Orozco y esos mejicanos, tendría que ver con la tónica, o con los tónicos. En cambio el burgués de Flaubert no es el enemigo del proletario; es el enemigo del artista. O artista o burgués. Esta paridad era un método de la división no de los militantes, sino de la bohemia. Igual: proletario, burgués, artista,…son palabras de las que ya pocos se fían, y de entidad muy discutida, parece. En el campo de la filosofía existe acaso otra polaridad, digamos nischeana: obreros de la filosofía y artistas. Vemos la mutación entonces: ya no burgués-obrero, ni burgués-artista: ahora obrero-artista.
Nadie duda, de todos modos, que la masa obrera de la filosofía, desde el punto de vista externalista (sic) de la (sic) sociología, es de una circunscripción más que nada burguesa, necesaria, o nesaria, para pagar libros impresos en euros o aranceles de simposios. Pero desde el punto internalista (sic de nuevo) de la filosofía como práctica institucional no podemos si no ver el acto repetido de su esenciamiento obrérico. Estibadores de libros de texto con casa propia y padre profesional. Buena gente, de todos modos, algunos. Je.
Este preámbulo fue hecho para volver a una pregunta esencial (¿sic?) de ética filosófica. De una ética que, nos preguntamos, antecede y circunscribe el laboraje regular del filósofo. ¿Es obligatorio hacer (simular hacer, es lo mismo) filosofía desde la lumbrera guía de una idea de bien? De más está decir que, en los tiempos posantropocentristas que corren, nadie saldrá al cruce invocando un eidos plusultrano, inmutable. La esencia (sic) del filósofo paperista, en su ejercicio inherente, compete a un, llamémosle, darvinismo débil. Darvinismo no leonino, de zorra. Una astucia eficacista ¿de la razón? ¿de la razón pragmática? Un darvinismo social específico que simula en la lucha por…¿el eidos?...atajándose con canciones que alguien llamaría de emancipación y especulación.
A todo esto: ¿queda? ¿o cómo queda o quedaría? la universidad sin el canto de arpía de la emancipación y la especulación, los dos horizontes, desde un cierto lado de la cosa al menos, “legitimadores” de su discursar?
Y ahora esta: ¿cómo es posible un filósofo artista? O sea un señor que, por fin, toma a Nietzsche en serio. ¿Será sólo posible afuera del estado y de la ley, del estado y de la ley en su departamento filosófico?
Como soy partidario de que los escritores se dediquen a la filosofía y los filósofos a las letras, aprovecharé para traer al ruedo al inquietante señor César Aira, muy en boga entre los niños de hoy que quieren ser novelistas. Para Aira un artista puede ser tranquilamente un delincuente o un criminal. Cuando yo era joven, dice, un artista era “alguien con un aura dramática, no una persona que va a la televisión a decir cosas sensatas y banales. ¿Cómo van a surgir así vocaciones de escritor - se pregunta -? ¿Los jóvenes querrán ser eso?”[1]

Repasemos entonces: el filósofo, gracias a Nietzsche, puede convertirse en un artista. El artista, según Aira, puede ser un criminal y un delincuente.

A partir de ahora comenzaremos a bocetar los planteos de una posible filosofía del atraco. Esto puede ser una broma, o a lo mejor no. Yo, por mi parte, todavía no lo sé.

No nos referiremos, me temo, a una “filosofía homicida” en el sentido de Foucault y sus compañeros de ruta, que se dedicaron a matar al Hombre pero bajo todas las de la ley, adentro de los claustros. Sería otra cosa. Podríamos presentarla como: la vida filosófica de los hombres infames.

Tengamos en cuenta esto: a lo mejor yo bromeo, o, lo que no es lo mismo, a lo mejor miento. Ni yo lo sé. Sócrates sabía que no sabía, lo cual, no es muy diferente que enunciar un ateniense que los atenienses mienten. Desde un punto de vista tipo Platón un metafísico de la idea de bien sabe que dice la verdad, un sofista sabe que dice sofismas, un poeta no sabe lo que dice. La filosofía se hace con filosofemas; pero los filosofemas (si no hay verdad) pueden ser sofismas – perversos – o paralogismos – estúpidos -. El filósofo puede saber que miente (sofisma), o puede mentir sin saberlo (paralogismo). Puede decir estoy mintiendo (paradoja), o sólo sé que no sé nada (contradicción). Un filósofo puede no saber que miente o no saber que no miente. No saber lo que dice en definitiva (poema). Ocultar o ignorar sus premisas (entimemas), creer que demuestra lo que postula (tautología), o hacer pantomimas con deícticos: un expresionismo del esto (en nuestra universidad hemos contemplado casos de filósofos cuadriplégicos, mudos y sin el aparatito Hawking, por ejemplo. Y no es broma). Todas estas cosas pasan en el discurso filosófico que, como se ve, es una feria disimulada del lenguaje y sus adyacencias. Se trate de obreros o se trate de artistas nadie deja de tributar su vasallaje al estado de la lógica, o, lo que es, presiento, lo mismo: de la gramática.



1/8/05


[1] Este es el párrafo, de una entrevista, creo que de “La Nación”: “En el último Congreso de la Lengua vi a Saramago, Sábato... Algunos han llegado a extremos que producen vergüenza ajena. El trabajo de la literatura lleva mucho tiempo, uno tiene que encerrarse; no sé de dónde sacan tiempo para leer todos los diarios y pontificar sobre ética. Sobre todo, cuando un artista no tiene ningún problema en ser un delincuente e incluso un criminal. Pero, hoy en día, todo el mundo actúa como si estuviera enfrente de un electorado. Eso traiciona lo que era el artista cuando yo era joven: alguien con un aura dramática, no una persona que va a la televisión a decir cosas sensatas y banales. ¿Cómo van a surgir así vocaciones de escritor? ¿Los jóvenes querrán ser eso?