¿Qué clase de vida filosófica aplaude la universidad nacional? Ya que somos ciegos, veamos.
La siniestra visión piadosa del mundo que se predica inveteradamente como una suerte de pensamiento único universitario y obligatorio, hegemonía o ideología dominante de la colectividad universitaria, de moralidad estándar y una especie de seña para poder saludarse en Alumnado, asquea de embobecida hipocresía. Seamos hipócritas, pero no evidentes. Silentemente trepar trepar trepar, con una escalera de papel (de paper) que nunca se suelta al final, por eso de la antigüedad docente. De la boca para afuera quedar bien plañendo por la inocencia de los pobres y mandando al infierno de los réprobos a un J.T.P. al que se lo pilló comprando un disco de Madonna en disquería “Tal Cual”.
Una ayudante de cátedra propuso juntar firmas para destituir al miserable J.T.P perjuro. Una gorda de la comisión asesora de no sé qué guillotinarlo. Prevaleció lo segundo, pero la disputatio aconteció en orden a la temporalidad: unos clamaron la urgencia del patíbulo; otros, esperar a la revolución campesino-proletaria, inminente en el mundo desde hace doscientos años. Triunfó la mesura de una minoría de contraculturales con raros peinados nuevos que organizaron un escrache al son de marsellesas de Bersuit Vergarabat. El J.T.P. prometió temeroso de aquí en adelante sólo comprar grabaciones piratas de León Gieco y transcribir siete veces en cuadernos de caligrafía Rivadavia la monografía “Lyotard y la Izquierda Burguesa (Inmunda)”.
¿Qué pasa en la Universidad?
Hay dos cosas: uno la izquierda inexorable de la intimidad de su vida cotidiana. Un folclorismo sin poncho, la izquierda emotiva, indiscutible. La izquierda llorona, santita, monjita, policíaca, vigilante, predicadora, transmundana, tribal, trivial. Una épica de lo que no sucederá jamás. Fuera del rito la vestimenta y la caza de brujas moral imaginaria y frustrada no pasa. Es gente que cree que indignarse espontáneamente por cualquier crueldad de la vida es ser intelectual. Si eso es ser intelectual lo mejor será ser inteligente, salvaje, loco, retardado mental, un reverendo hijo de puta, o fascista. Al menos en el criterio perentorio de estos esclarecidos impotentes, que acumulan toda la verdad entre sus manos, y no tienen mucho para hacer con ella. Eso es ser inoperante y vivir de la declamación. Me da esa sensación ¿no? Es un imperio cantiano en el que, en efecto, hay todavía un “sujeto” bastante cartesiano, el de la buena voluntad cantiana pero alienada en un reconocimiento anti-fashion, que se cree real en el reconocimiento verbalmente fáctico de su otro; eticizada. Hola Hegel. No es la voluntad de verdad: es la voluntad de bondad. Pero: ¿hay que ser bueno para producir filosofía? No: hay que hacérselo creer a otro. La ¿prueba ontológica? de la bondad referida es la desmesura del fracaso ejemplar. Pues como enseña Sade: al que hace el bien le va mal. Nadie se parece más a un tipo que cree que el fascista siempre es otro que un impotente indignado. Otra cosa pasa cuando el impotente indignado presiente la inminencia de que lo bajen del cargo; ahí sí – sigo hablando de Brecht -, se vuelve a parecer a un burgués asustado. [1]
Lo primero a tener en cuenta es la vestimenta y el peinado; lo esencial es invisible a los ojos (y al olfato), pero nunca existió. ¿Cómo viste el platonismo hoy? La gracia de la filosofía francesa es que puede ser divertida, y los filósofos son más evidentemente vedettes. La miradita penetrante de Foucault rapado y poleroso, las poses rebelde sin causa de Derrida, el sombrero y las uñas de Deleuze. El muchachismo universitario del interior prefiere otros vedetismos, un vedetismo espartano-barbón modelo Che, jipón.
Si el director lo permite acerquemos la cámara a la pasarela del pasillito donde deambula nuestro fashion invertido. Luce, como otrora cualquier Einstein, cualquier Beethoven, un despeinado minucioso, fruto de horas cátedra de no peluquería. Juancito nos luce un estilo antropotrosco otoño-invierno: camperita de jean roída, barbita infalible de tres semanas. La chomba no debe tener planchado el cuello, porque esa onda Franja Morada fue furor el año pasado. Hola Pepito. Pepito soñó que en otra vida era montonero y por eso hoy puede presentarse con remeritas agujereadas con estampa. ¿Lo in? Un Los Piojos, un Bersuit; un Che clásico siempre sienta bien, y, como el negro, nunca pasa de moda. Pepito ensucia su pelambre facundiana con jabón de chasco “Venceremos”, y, como tuvo que leer un tomo de Teología de la Liberación, puede hacer juego con anteojitos Lennon. Gracias Pepito. La feria americana, a no olvidarlo, es un buen lugar para cosechar hipótesis de trabajo con valor de cambio curricular bien cotizado. Un anteojito de acetato negro, una desflecada carterita setentista,…¡y a licenciarse¡ ¡Alegría! Y nos vamos con Menganito. ¡Adelante Menganito! Menganito está en otro palo: es un metalúrgico del desencanto y fabrica monografías sobre Beckett, por eso nos muestra un ambo súper de moda: pantaloncito de gimnasia Adidas de hace quince años, panza de seis horas de no gimnasio diarias, y camisa desastrosa invocando toga jipo-greca. A falta de un taparrabos – prohibidos por moralidad pública – esto es lo más para un diogenismo sin certezas. Gracias Mengano.
Si una filosofía es irrespirable, urge pauperizarla, paperizarla. Monografías de cotillón, basuras sin riesgo alguno con el prurito inalienable de citas a granel en alemán, análisis en cuatrocientas treinta y dos páginas de un párrafo de tres oraciones de Hegel. Señores: ¡la Universidad Filosófica Argentina! El emporio del Capón Obsesivo y sus acólitos hermenéuticos. Tema: la Vaca.
Lo triste de todo es que la Universidad se ha vuelto un monopolio. Monopoliza, por ejemplo, la palabra y la escritura filosóficas. En otras épocas, tres décadas atrás por ejemplo, la cosa no era tan así. Había gente que creía que todavía tenía algún sentido – algún poder inquietante y algún gozo – escribir libros sin necesidad de doctorarse en un carajo, justamente porque se creía muy poco en lo que salía de la panza ensanchada de una Universidad hecha de gente digerida por las dictaduras del momento. Pero todo se fue complicando de a poquito cuando ese variado lumpenaje estudiantil y escritor comenzó, hace poco más de veinte años, a ocupar cargos y cargos vacantes en la Universidad. El heroísmo automático y contestatario fue asedentándose en burocracia del sentido y en una práctica del amoldaje de la poltrona al achatamiento progresivo de sus cuculititos.
30/7/05
[1] Anotemos algunos procedimientos de esta gente, de los izquierda-boys, algunos prefieren llamarse todavía “intelectuales”, otros no resisten el escarnio y la burla de las masas que asocian “intelectual” a pecado de pedantería.
Lo primero es lo que llamaríamos el macartismo imposible. La cacería de los culpables. Expelen la culpa no hacia fuera como el buen nischeano, sino hacia el otro, cuanto más parecido mejor. En la impotencia política, les queda el ejercicio exclusivo de la policía moral, excomunión y penitencia.