por Luciano García
u otros

Vida de un filósofo infame


Vida de un filósofo infame


Robar filosofía y hacerla enloquecer. Una filosofía choreada y reloca, o sea amparada en el plagio y el estilo, no en la investigación y el método. Ahí lo vemos a este nuevo filósofo, o mejor dicho, a este filósofo desnudo, al desnudo, devenido loco y delincuente, militando por fin en la anormalidad y la ilegalidad, revolucionario, transgresor, y aun así pelotudo. Más pelotudo todavía. ¿Objeto y método?: delito y síntoma.
Como plagiario es inimputable. Como loco, inédito. Impublicable.



Filosofía y locura

(traumaturgia)


Ya no interesa ir a los manicomios a ver si sale algún poeta, hacer tallercitos de escritura. Interesa esta prueba piloto: poner al filósofo en el siquiátrico, y pedirle a los internos que diserten sobres distintas ramas de la división óntica del universo. Los resultados de estos experimentos darán la gran lección moral del mañana filosófico. Hay que hacer la experiencia del loco rematado columnista de Clarín, consejero de los príncipes del legislativo provincial.

Vemos un teatro donde trastabilla un loco adueñándose de su locura, o un alienista enloqueciendo por una teoría de la alienación. El alienista introspectivo y el alienado curador. Un doctor impaciente y un paciente examinatorio.


Ahora quiero imaginar al perfecto enfermo. Tenemos que inventar la figura del perfecto enfermo, un doliente cabal, atildado, con brotes ejemplares, accesos circunspectos, una especie de James Dean de la esquizofrenia, de la esquizofrenia sin causa. Un loco estilístico.

Mi madre, histérica en el doble sentido nacional de tilinga y neurasténica, me decía que el Loco-Crusoe no existe, existe el Quijote. Si se enloquece de los demás, si no hay locura solipsista – el solipsista es un vecino en el encierro, un ciudadano escondido de sí – todo loco es un histérico; es percibido. Una percepción cartesiana, omnímoda; un ojo antropomórfico. Y el loco se duplica cuando está ante el doctor.

Hasta ahora sólo doy con esquizofrénicos feministas, anacoretas con útero, sicóticos del espectáculo. Enfermos de los otros en una sociedad de médicos. Y ellos, locos pero polites, al fin: esquizos con estetoscopio guardapolvo y maletín.

Ahora quiero espiar y edificar otra figura y contemplar su cuadro: la del enfermo conceptual. Ni físico ni mental: conceptual. Éste se parecería más al Quijote me temo. Si se le diera crédito a Kant tendríamos que decir: un enfermo trascendental. Un surrealizador aristotélico, categorial.


Nota sobre anormalidades filosóficas:


“Durante muchos años – escribe el médico deportólogo Oswald Pessoe - me dediqué a la recopilación de casos y fenómenos excepcionales y hasta milagrosos de súper contracciones musculares en estado de alteración emocional. Cierta vez por ejemplo ocurrió que una mujer y su hijo tuvieron un accidente de tránsito y el niño quedó atrapado bajo el auto. La madre con una sola mano logró levantar la parte delantera del auto G.T.X. a un metro y medio del piso y sacar a la víctima, su hijo. Cierto conocido lejano mío, de algún renombre interbarrial, poeta neobarroco y filósofo fenomenológico, al entrar en trance teórico-escriturario solía levantar su biblioteca de roble con mil doscientos volúmenes más revistas haciendo tres series de diez repeticiones recostado sobre el piso en posición tipo Press Banca[1]. Este tipo de fenómenos fisiológicos de excepción suelen manifestarse solamente en determinado tipo de personas: madres sin formación universitaria, ancianos con vida sexual activa y órganos sexuales demasiado desarrollados, niños preadolescentes que han perdido recientemente a algún familiar directo y dilecto, teóricos profanos carentes de remuneraciones de organismos estatales como el CONICET, ciertos místicos hispanistas, e inclusive se han observado últimamente en algunos terroristas islámicos suicidas. El cien por ciento de las fibras musculares son inervadas en ciertos estados de desesperación y producen contracciones musculares imposibles de reproducir en un estado emocional normal.”
Se sabe por ejemplo que bajo ciertos estados de hipnosis un filósofo vulgar, universitario del interior e investigador de segunda, puede desarrollar conclusivamente ad hoc e incluso de forma oral un sistema de validez y originalidad históricas considerables. Se sabe en ciertos círculos selectos – aunque las identidades personales jamás fueron reveladas hasta la fecha – que por lo menos dos filósofos y sociólogos de origen francés y norteamericano produjeron sus obras capitales bajo estos estados de hipnosis practicados por ciertos grupos cipayos de especialistas y patrocinados por algunas instituciones y universidades. En nuestro medio se realizó una experiencia similar por primera y única vez a mediados de los años 20, pero con la salvedad de que el “filósofo” resultó un falso filósofo, un profano con groseras fallas en su alfabetización y en su formación general. Los resultados de esta experiencia arrojaron una serie de documentos escritos de “monstruosidad dianoética” (Guariglia) utilizados en distintas oportunidades por algunas corporaciones editoriales como pábulo para sus escritores estrella, algunos de los cuales hace décadas que son considerados “clásicos” de las letras latinoamericanas. Los nombres se siguen manteniendo reservados pero figuran en el Index general del Códice Secreto referido por el desaparecido profesor Luis Belavita [2].



Por lo tanto no insistiremos más
 (La bastardilla es nuestra.)




[1] Algunas de estas secuencias han sido filmadas de forma casera por un primo suyo, editor y montajista, quien luego las utilizó para un clip del grupo pop “Los autodidactas preseniles” cultores del kitsch-Cipollati.

[2] Carpeta XXVI. Archivos “Belavita” de la Fundación Koinón, copias escaneadas en posesión de la familia Iturriaspe.